Las sensaciones de esa mini-aventura las plasmé en un largo poema. Lo insertaré en el "Blog" acompañado de imágenes que he subido de páginas WEB venezolanas, estas fotografías iran intercaladas con el poema.
Sensaciones de un viaje...(Poema original de Joseba Ayensa)
Estoy en otra línea de flotación,
tanto es así:
que no me doy cuenta que escribo sin reflexionar.
El otro día a una hora sin determinar
comenzaba a vivir y a morir
...era la distancia...
...era el viaje...
Esto es un caos,
cuando quiera dar forma a estos versos no encontraré su sentido
¡Su línea de flotación!.
Es un momento especial
para que me tumbe sobre una nube de cristal
y arranque una piedra de dolor
al planeta donde Eros esconde el carcaj.
Y así,
dando forma y contenido a mi pensamiento
es cuando me embarga la sensación creadora de un segundo de humildad.
Hubo momentos especiales en que presentía sinfonías en todo mi ser
cuando una anaconda zigzagueaba entre el barro semi-reseco
de los llanos venezolanos.
Hoy no intuyo las sinfonías.
Hoy:
intuyo la realidad de un mundo interior,
casi cisterciense,
casi semi-desértico,
casi...
Es mejor que reflexione en un mundo paranóico,
ilusorio,
y muy lejano del sufrimiento.
Lo que mas me asombra de esta tierra sudamericana
es la redondez de sus gentes, una redondez armónica
de hermosas carnes voluptuosas,
predominan los marroncitos
¡Oh,!
¡Se me olvidaba!
los marroncitos son los cafés cortados en la península ibérica.
Tal vez me haya cansado de la inactividad física,
"tal vez".
Un segundo de aburrimiento
son horas perdidas de creatividad.
¡Nó!,
no debo construir mis poemas
con pensamientos filosóficos,
se hacen pesados,
plomizos.
La poesía debe de ser ágil,
contundente,
debe apreciar lo que es bello,
también con mierda se construye un verso.
No exagera Gabriel García Marquez
en la descripción de estas tierras americanas,
no exagera,
sus lluvias
sus frutos
son alimentos del alma,
la exageración es lo cotidiano,
estoy libando la flor de una tierra barroca.
¡Hasta mi poesía se convierte en exagerada!
es descriptiva.
Amo la piel de estas gentes,
huelen a calor tórrido
aunque sea una redundancia
huelen a sabores mágicos,
no temen a contactar con otras pieles
¡No tienen malicia!
son un auténtico torrente de sensualidad.
Yo no tengo redondez en mis formas
soy rígido como buen europeo.
No me arrastro por el tobogán de la concupiscencia.
En mi propia médula espinal escondo un tesoro.
¿Cuándo dejaré de pensar?
¿Cuándo podré a mi amor agarrar con fuerza?.
Las busetas, (Medio de comunicación cotidiano)
transportan todo lo que representa el sueño de estos suelos.
Van atiborradas de gente,
llenas hasta la bandera
de un estadio olímpico.
No tienen pudor a la hora
de abrazarse entre ellas
dentro de las busetas.
¡Y con el calor que hace!
Las ciudades son esotéricas
porque todo en ellas es exotérico,
acudes a sus cascos urbanos, y son como todas las del mundo,
agobiantes,
áreas comerciales,
tráfico,
polución,
comercio,
prostitución,
delincuencia,
ilusión,
sueño,
estudiantes que ván y vienen,
obreros,
buhoneros,
mujeres que miran escaparates,
bullicio,
¡Vida al fín y al cabo!.
Observas estas mismas ciudades desde la altura de sus cerros
y son bosques,
solo se ven sus árboles,
como si fuera un bosque no tupido,
donde de vez en cuando apareciese
algún que otro edificio extraño
a esa conglomeración de vegetales.
Yo me las he dado de marinero,
mi caracter si que lo posee un poco.
Soy como una tabla de madera en medio del océano,
siempre estoy a la deriva,
acato sin ningún pudor
la fuerza de las mareas.
Ni siquiera se gobernar el timón de mi estructura física.
Es decir: soy un mal marinero.
El otro día me bauticé como tal,
el otro día sentí el calor del agua y el sabor de la sal,
el otro día me arrastró la fuerza del mar.
¡Me asombró su fuerza!,
¡Me asombró se belleza!,
estaba deseando que mi barca de tres metros de eslora
zozobrase para escapar de la experiencia marinera,
¡Quería hundirme en las aguas cálidas
del mar Caribe!,
¡Quería nadar, nadar y nadar!
despojarme de la ropa que me protejía del sol
y desnudo
llegar a tierra firme,
al cerro de Chichiriviche,
y perderme entre la maleza semi-tropical,
rumiar sus raices,
aullar como los monos que habitan esos parajes,
y como ellos,
como el macho dominante de sus tribus
defecar en mis propias manos
y lanzar las heces a los intrusos que acuden a especular
en los límites de su territorio.
¡Sí!,
¡Es así!
como los monos se defienden de sus depredadores.
A los indígenas ya no les sirven esos métodos para ahuyentar
a las armas de metal y fuego.
¡Ya no les sirven!
¡Soy un romántico!
soy un romántico en esta época de confusión,
en esta época de crisis,
por eso
me pongo a caminar descalzo por la maleza rastrojera
entre colores: verdes caquis y pestichos,
que envuelve en esta época la montaña venezolana.
La maleza arde como la yesca,
los árboles se mantienen intactos,
los mangos conservan su verde esplendoroso
esperan la lluvia
el agua vivificante.
A los dos día de torrenciales lluvias
la hierba vuelve a crecer con todo su vigor ¡Con toda su fuerza!
y el verde frondoso cubre todas las montañas y llanuras.
¡No puedo olvidarme del césped!
¡No puedo olvidarme de los campos de golf!
no se ven cruces,
no se ven signos que recuerden a la muerte,
solo césped
y pequeñas placas cubiertas por la hierba,
tienen nombres ocultos,
escondidos,
los poderosos no quieren vivir con la muerte
y
llaman
a
los
cementerios
"Campos del recuerdo eterno"
y
viven con ella
¡Ya lo creo que viven con ella!
y se protegen de los delincuentes
de los que no poseen mas que un ranchito construido con hojalata
y de un machete mellado por el óxido.
¡Se protegen!
con jaulas de sílice y oro,
emplean mas del cincuenta por ciento de su plata
para huír de la pobreza de los desheredados.
¡Que lástima que los que mas poseen, no tengan la libertad
de dar un corto paseo con sus allegados!.
Siempre utilizan el coche para sus desplazamientos,
el deporte lo practican en las instalaciones de sociedades limitadas.
En fin,
soy ingrato conmigo mismo y con los que me han
protegido durante el viaje,
ya,
que yo pertenezco a la clase de los dominantes.
No me hubiera importado desprenderme de mis ataduras
físicas en Venezuela,
los campo-santos de los nativos son pequeñas construcciones de juguetes.
¡No dan miedo!
¡No dan respeto!,
se puede jugar al escondite entre sus cruces
y capillitas,
parecen casas de muñecas.
Terminaré este recorrido en sus caminos y carreteras,
los coches son auténticamente suicidas,
la circulación es caótica,
corren,
no respetan,
adelantan,
se cruzan,
¡Oh!, ¡Que peligro!,
¡Zas!
¡Topetazo!
¡Cráneos al descubierto!
¡Pérdida de masa encefálica!
¡Lisiados!,
¡Cojos!,
¡Tuertos!,
en fin:
una auténtica marabunta,
y
los familiares,
imaginaros,
recuerdan a sus finados
con capillas
a lo largo de kilómetros de carretera,
una aquí
otra allá
alguna en acullá,
poseen vírgenes
santos
¡Imágenes cristianas!
¡Imágenes de sincretismo religioso!
¡Vudú!
ritos paganos,
ritos católicos,
un lugar caótico,
un lugar único,
un lugar donde impera el universalismo.
Reflexión sobre un pais, sobre la poesía, sobre uno mismo. Un abrazo
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