Inserto la ilustración de técnica mixta "Combate mistérico" del artista plástico esmaltador: Rafael Arroyo Villemur.
LA CARNAZA DEL CIERVO
DE: José Antonio Ayensa Echauz
(Joseba Ayensa.)
Se me han evaporado
las comas, los puntos, signos ortográficos.
Los devora la sequedad de mi mente,
que no encuentra,
pierde,
olvida
las letras para formar palabras,
frases,
prosa natural del lenguaje.
Por más que intuyo la claridad de mi otro ver,
no consigo
abrir las cascadas creativas
de agua y fuego,
de templanza y huracán,
de ripios, de versos,
poema, poesía, poética
que alumbre
la desesperanza del recuerdo.
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Estoy trasladando a mi cuerpo
de sitio en sitio,
de rincón en rincón,
de antro en antro,
de acera a acera,
de lugar,
siempre en movimiento,
caminando,
paseando,
andando,
corriendo,
evaporándome,
escondiéndome
bajo los secretos del aura
complicada,
encausada en el placer,
alimentada en la libertad,
alibertad sumida,
ensoñada con el recuerdo.
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Amo como un volcán
lanzando cenizas,
piedras,
rocas ígneas,
fuego,
lava,
crisol de metales fundidos,
polvo cósmico.
Pasan momentos,
instantes,
segundos,
siglos.
Se apaga,
se enfría,
se endurece.
Germina, vegetación,
naturaleza,
sencillez,
recuerdo.
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Se me ha agotado el alma,
no da para más.
Mira......
que no dejo de volver al pasado,
a mi historia,
nuestra historieta.
Comic de miradas lánguidas,
de silencios,
de encuentros sin palabras.
Arriba – abajo,
abajo – arriba,
acera de la izquierda
acera de la derecha.
Nominativos paseos
de manos compartidas,
piel que se adentra en la carne del ajeno,
vaivén de pasión
luces de recuerdo.
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Te has quedado tendido en la arena de playa
ensoñando,
agua,
espuma,
sal,
brisa
y viento.
Duermes entre los elementos
de sílice transparente,
desnudo,
impudoroso.
¡¡Dios!!
Ánima de tus poros,
anguilas que zigzaguean entre el agua
que succionan
el olor a peces de plata y oro,
fragancias de azahar, incienso, sándalo,
recuerdo.
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A la sombra de la palmera datilera.
Mediterráneo de espuma chispeante,
delicia de sol y frescura
de cuerpos desnudos,
sudorosos,
parlamento de libélulas.
Vientos ululando en los acantilados,
gaviotas,
golondrinas de mar
apareamiento de mariposas azules.
Ojos cerrados
ósculos de cemento.
Recuerdo.
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Beso tus nalgas
como si fuera un sueño.
Muerdo
acaricio el instante.
Misterio
duelo de amor aperdido.
Pasión
no debo olvidar,
el olvido es sutil como un asesino.
Horas de desarrollo espiritual,
no busco segundos carismáticos.
Muerdo con rabia el látigo
para que afloren íntimos secretos
de poesía perdida en el cosmos,
que la hago mía,
que destruyo,
finjo creación
cuando solo es recuerdo.
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Si por amarte escribo estos versos,
si por amarte compongo poemas de desespero,
¡Adoro el instante de esa mirada!
complicada mirada
íntima mirada
que compartimos sin más
aunque ya es recuerdo.
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¡Dios mío!
estoy contento,
no me arrepiento
¡Para nada!
Pero es que ¡Para nada
de haber utilizado
una parte de tu ser inmortal,
de haber acariciado la piel
besado los ojos
mordido los hombros,
de una de tus criaturas
de tu creación.
¡Me enamoré!.
¡Abusé de uno de tus hijos!.
¡No!, ¡No estoy arrepentido!.
El encuentro se produjo en el bosque,
bosque de jabalíes y ciervos.
La montería no podrá conmigo,
jugará con el recuerdo.
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Cierro el puño
con rabia contenida,
impotencia.
Lujo de oscilantes movimientos,
cascada de orbayo cegador,
Picos de Europa,
Cantábrico acariciando mis pies.
Ciervo,
galopando por el escarpado acantilado,
un eco, acariciando a mis axilas y el recuerdo.
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Suspiro al contemplar las Bardenas
lugar remoto de mi tristeza.
Buitre acechando al moribundo cordero,
el olivo plantado en las estribaciones del desierto.
Virgen de improbable realidad
que huye de tierra baldía,
se asienta en un oasis de viñedos,
su peana se enriquece.
Allá,
en el Tule
los diputados recaman sus doseles.
Zorros religiosos de estepa
os amé, ¡Porque creía!,
cierro los ojos,
deseo ignorar el recuerdo.
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Pie a pie,
uñas rasgando la piel del contrario,
caderas enlazadas,
manos rebuscando
los recovecos de aterciopelados cuerpos.
Mariposas huyendo,
escapando
al trote del acosador ciervo.
Carnes endurecidas que empujan,
se acercan,
al paraíso del recuerdo.
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Mi tristeza es mía,
¡Solo mía!.
Mi alma no la comparto con nadie,
el lobo oportunista espera,
el ciervo huye de la montería.
Escucha, ¡Dios mío!
escucha,
creo en ti.
No me queda ninguna duda,
tendré que entrar en combate contigo,
me arrastraré a la orilla del río,
suspiraré por mi cuerpo caído
y mi alma permanecerá indemne,
ni siquiera tú, me arrebatarás mi pasión,
siempre perdurará el recuerdo.
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Y te amo,
¡Sí, te amo!,
te lo digo con rabia,
me ensoñé con los raíles del tren
me obnubilé con su movimiento.
Tren,
tren,
tren,
seguiré peleando
contra las amapolas azules del cielo,
ni Nubero será capaz de herir mi piel,
Xana no me engatusará
no me refrescaré en sus fuentes,
solo Trasgu podrá dañarme
con su lujurioso recuerdo.
_______________
Terminé
los ejercicios espirituales.
San Ignacio
se carcajeaba entre las nubes.
Salí a pasear
al encuentro
de amigos,
enemigos,
contrarios
de sexualidad indefinida,
estaba perdido entre las grandes avenidas
de la capital de una dictadura en descomposición.
Ausente de hogar,
de pasar la noche al raso,
me ofrecieron
cobijo,
sueño,
sábanas limpias y castas.
Terminé en un rebullo de mantas
manos,
piernas,
cuerpos cálidos
que me otorgaron
pasión cálida,
recuerdo.
________________
¡Dios mío!
¡Dios mío!
tu ser,
está perdido en un horizonte de verdes acantilados.
Deseo orar
a algo tangible,
a algo con fragancias de misterio.
No puedo humillarme ante ti,
estoy seguro, que tu no deseas eso.
Ya nunca jamás, me esclavizaré ante el credo.
Tus ministerios son crueles
verdugos con látigos ortigantes,
cometen el pecado más horrible de la naturaleza,
congelan su pasión de sangre, fuego y recuerdo.
_________________
Los componentes de la montería se acercan
lentamente,
no hablan,
solo susurran.
El gran depredador escupe,
piensa,
se une en comunión
con los demás verdugos,
lanzan sus miradas a los cielos,
huelen a la presa,
ondean sus banderas,
danzan al compás del botafumeiro.
Fragancias,
inciensos compartidos,
religión perdurable.
El ciervo berrea,
cumple con su misión natural de cubrir a la hembra,
los cazadores se apostan,
silencio.
Un gran zumbido seco,
el ciervo cae entre los matorrales,
malherido,
su existencia queda en suspenso,
en recuerdo.
_________________
¡Dios mío!
continuo viajando en tren,
el ritmo lo marca la lluvia torrencial,
el destino huidizo.
No se puede ir contra los designios del misterio,
pasan las estaciones
a la velocidad del rock-metálico,
hace frío,
se congela la mente,
cierro los ojos,
no deseo que me hiera el aluvión de pasiones.
El ciervo me observa,
da un alarido,
cabalga a contraviento,
se queda paralizado,
llora,
se ausenta del recuerdo.
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Mis ojos se nublan
con el rocío que ellos mismos provocan.
Nieve que se precipita al abismo,
mis sentidos se hielan hasta con fuego.
La víbora zigzaguea entre la roquera
de un altozano del llano,
el cervato huye a trompicones
se hermana con el escurridizo pánico,
a su encuentro sale el cordero
¡El intruso!,
hijo de una atolondrada oveja
y de un mardano descompuesto.
Los pirineos los siento lejanos,
cercanos
y la víbora continua zigzagueando
cultivando el veneno de sus afilados colmillos,
espera,
apostada.
Miguel observa con atención el sueño,
afila su puñal de lenguas de fuego,
grita,
da un alarido,
a Rafael despierta
dándole un beso en el entrecejo del recuerdo.
________________
Y suena el violín......
continua sonando,
suavemente,
con delicadeza,
a veces desafina
estridente a los sentidos,
gotea la sangre sobre sus cuerdas
gotea,
gota a gota
chorro ausente,
el músico no se inmuta
sigue tañendo a misterio,
al alegre compartir de la caza
cazadores ensimismados por la pieza,
sonrisas carnavalescas
el ciervo pende de hierros retorcidos,
el amor no deja de ser una ilusión
ósculo de improbable anochecer,
egoísmo que surge desde el claustro del recuerdo.
_________________
Siempre estaré a tu lado,
siempre
aunque las caricias claudiquen,
aunque la pasión se guarde como “oro en paño”,
aunque el ciervo berree
y galope entre matorrales suspirando por su libertad.
Debo continuar
columpiándome con la esperanza
de mecerte,
guardarte en mi regazo
y en mi recuerdo.
________________
Somos gotas de escarcha
cuando el ave del paraíso pierde su rumbo,
planea sobre los olivares helados.
El ciervo se asusta del monte
viene buscando apoyo a los hombres.
La escarcha se derrite,
nos evaporamos,
cabalgamos en compañía del ciervo surcando
los astros.
¡Bésame amor mío!
¡Unamos nuestros cuerpos!
entremos en comunión con el recuerdo.
_________________
Dios nos construyó así
hombre a hombre,
testículos comulgando con el abrasador viento.
Con su compás
mesuró la forma de nuestra mente,
nos reunió en la antesala de la vida,
con sutil vibración nos alejó de el,
nos regaló un carro de fuego
de llamaradas imponentes
y arrastrado por el ciervo,
nos obligó,
nos puso en el camino del existir,
nos arropó con el corazón del recuerdo.
________________
De las entrañas de un ciervo surgió
instantes a instantes,
minutos a minutos,
horas a horas,
días a días,
a meses,
a años,
a toda una vida
donde nuestros cuerpos
comulgaron del ocaso al alba.
Esos momentos,
esos momentos,
siempre,
será
siempre
cuando acudamos a la cita,
la cita del ciervo,
la carnaza en la que nos encontramos
para caer
a acantilado
a espacio
a estrella del recuerdo.
La verdad que en este poemario parece haber raíces de lo más actual de las vanguardias y, sin embargo, bebe mucho del misticismo maravilloso de, por ejemplo, san Juan de la Cruz. Me gusta, me gusta.
ResponderEliminarPoema carnal, caliente, sensual.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pedro
muy bueno, Joseba!
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