Mi Trilogía espiritual se compone de: "Y la sutil realidad deja de ser real"; (poemario editado en 1.996 en la colección cuadernos informales de la editorial SEDICIONS), "Alguien lamerá el cactus espinoso para arrancar su lengua a golpes de horca" y "Ya no hay tiempo para que las cigüeñas inicien su ciclo migratorio". Esta última obra poética es la que voy a insertar en el "Blog", es inédita hasta este momento y con ella realicé dos "perfomances" en la sala REC y CENTRO CULTURAL KIKU MISTU.
Intercalaré imágenes recogidas en páginas de "Internet".
YA NO HAY TIEMPO
PARA QUE LAS CIGÜEÑAS
INICIEN SU CICLO MIGRATORIO
Ya no hay tiempo
para que las cigüeñas inicien su ciclo migratorio,
ya no hay tiempo.
¡Estoy cansado!,
observo, mis manos temblar,
siento el hormigueo de los dedos de mis pies,
las rodillas se me hacen trizas
cuando desfila sobre mí una apisonadora.
No tengo tiempo,
sentiré las carcajadas de la incomprensión
cuando quiera asaltar al olimpo de la insensatez.
¡Me duele el pecho!,
y escucho una craquelada canción
para darme cuenta que tengo que musitar un sonido
que produzca un chasquido en mi orgullo herido.
El escribir es como una ceremonia
donde se oscurece el rito iniciático,
donde se ahoga la pasión en el piélago de los siete deseos.
Y allá...
las cigüeñas han construido los nidos,
y allá...
se les ha desprendido un ala violácea,
y allá...
es como si me hubiesen colocado un sudario en mi mente.
¡Tengo cosas que decir!,
¡Tengo cosas que alimentar!,
¡Tengo tantas cosas que adobar!...
pero no tengo ideas que cristalicen en mi corazón.
Tendré que machacar una piedra de sílice
en un mortero de ágata
para no tener que padecer el puñal cristalizado.
¡Sí!,
ya sé que mi caracter lo modelo con acritud.
¿Será el olvido lo que me haga resistir?
¿Podré un día espantar a las cigüeñas?.
El hecho de atragantarse de papel
y acariciar el bolígrafo
es como un sueño maldito.
Mas vale que me recueste sobre los adoquines,
.- Se que están frios,
pero no necesito plumones para arroparme.-
Voy a cerrar los ojos,
voy a fornicar con Morfeo,
y quizas...
me guste tanto el sueño con él
que acariciaré el pétalo de sus ojos,
mis legañas me privarán de ver la realidad,
¡No importa!,
¡No importa!.
La realidad es irreal,
no tiene un bádil rusiente donde agarrarse
y quemarse,
y sentir dolor,
dolor que se transmuta en placer,
en la dicha de dar un alarido en el vacío.
¡Siempre!,
la palabra "siempre", martillea la base de mis sesos,
¿Es una esperanza?,
¿Es una falta de vacuidad donde asentar un objeto?,
no quiero seguir siendo la médula espinal de una amargura.
.-Pero vamos, pequeño animal
¿No puedes recoger una idea determinada,
soplar al espacio, y que esa idea inicie una singladura?,
¿De qué te quejas?,
¿En que lugar de la peana colocas tu capacidad sensitiva?,
¿Eres víctima de una autoexclusión? .-
Mi voz tremula,
se pierde en un instante de ansiedad,
es como si me faltase un hálito de brisa.
¿Cuando lograré levantar el vuelo para reunirme con las cigüeñas?.
Mi único objetivo es:
ser como la frágil voladora que tañe las campanas.
Cuando planee sobre el ocaso de los oropeles
no me quedará un mínimo lugar donde recitar.
Tendré que convertirme en un calamar gigantesco
para utilizar los imnumerables tentáculos
y libar infinitas energías.
Cuando mis oidos intuyen
el primer acorde de la sinfonía acuosa,
me zambullo sensualmente
en las cálidas aguas del mar,
tengo tanta sed,
¡Tanta sed!,
que no reparo que la sal, hará estallar a mi esófago,
mi estómago se derretirá del escozor.
¿Qué sabor tendrán mis lágrimas?,
¿Podré conservar mis ojos en sus órbitas?
ó,
¿Servirán de alimento a mis abundantes mocos?.
Y comienzo de nuevo a viajar en trén,
a escuchar el sonido de la velocidad y el viento,
se mezclan,
forman una amalgama con las aguas del concierto,
¡Como me gustaría que mi cuerpo estallara atómicamente!
que mis partículas celulares se amarrasen a las notas sinfónicas,
y así:
contemplar como me evado al planeta de los sonidos,
de la incongruencia musical,
¡Sí!,
aquel elemento magnético e hipnótico
del que surgió Wagner, Prokofiev
y tantos, y tantos músicos,
y Malher me obsequia con su perpetua depresión,
las cuerdas de su violín parecen hechas de plomo,
¡Pero que bien suenan!.
No sé si tendré el suficiente valor
para arrancarlas y flagelarme con ellas...
...no sé si lo tendré...
Presiento que su mente se introduce en mi cuerpo...
...me lo deja hecho cisco...
¡Despertad!,
¡Despertad!,
¡Despertad!,
susurraba a los oídos de sus cadávericos hijos.
¡Despertad!.
El himno espiritista es como un fogonazo,
no estoy preparado para recibir su energía,
y como una cigüeña
aterrizo sobre una zona pantanosa
¡Tengo hambre!
y comienzo a picotear a un sapo desvalido,
¡Lo devoro!,
¡Lo devoro!,
¡Lo devoro!,
cierro los ojos,
pasa un segundo fantasmagórico
y mi aura se vé envuelta por el "Concierto de Aranjuez",
mis temores han desaparecido,
mis nervios son como un copo de algodón desvíado por el viento,
se despierta el huracán,
hace volar a los chopos
que se encuentran a la orilla del riachuelo,
los seres humanos levitan,
los objetos viajan por el espacio.
En el caótico cataclismo, ¡Es curioso!...
bailan, danzan, se aparean en sutil armonía,
y allá...
en la lontonanza,
en el tule del fantástico continente
acaricio,
beso,
muerdo,
hago el amor
con un numeroso coro que canta espirituales negros,
que recogen mi cuerpo del suelo
y el alquimista de la barba canosa
con sus pócimas me transmuta en una bola de cristal
que lanza a los componentes del coro,
las sensaciones se acumulan en un frenesí sin parangón,
las cigüeñas se hipnotizan al presenciar el aquelarre,
una de ellas me absorve con su pico
y me dá refugio en su estómago,
el ave...
vuela...
vuela
yó,
descanso,
pasará el tiempo,
y viajaré por infinitos espacios vacíos,
y sucumbiré
cuando las gaviotas,
cuando las palomas,
cuando las golondrinas,
cuando las sirenas
se reunan al borde de un acantilado
y emitan el chasquido fátal de la Xana de las fuentes.
No me importa sucumbir
cuando Xana me refresque el rostro,
cuando con sus plateadas manos pellizque léntamente mis hombros...
¡Será posible que no sienta el chasquido de sus élitros!.
.- Xana, ¡Por favor!
sumérgeme el las aguas cristalinas,
no me dejes flotar,
no pongas tu dedo anular sobre mi ombligo.-
¡Estoy confundido!,
¡No puedo sucumbir a tus encantos!.
Estoy perdido en el pequeño valle,
valle
donde se percibe el sonido de un violín,
una luciérnaga se escabulle entre sus cuerdas
y la yedra repta sobre mi piel
jugando con las campanillas de los siete colores,
me doy cuenta que finaliza el momento del impacto,
me doy cuenta que las cigüeñas dejan de hacer migraciones,
y pasa el verano,
el otoño,
el invierno,
la primavera,
y ellas no se han ido,
ellas planean sobre los cultivados campos,
ellas con su aletear honran a la tierra de mis padres,
y ese impacto,
¡Impacto!
que golpea con sutil vibración a mi mente
se ha desvanecido
entre los plumones de los polluelos,
y cuando uno se dá cuenta
que su voz se avapora entre las alas de un gorrión,
y cuando uno se dá cuenta
que sus ropas pierden consistencia,
se hacen harapos,
y cuando uno se dá cuenta
que su cuerpo es solo un amasijo de agujas oxidadas,
y cuando uno se dá cuenta
que se le apodera la soledad solitaria,
ya no merece la pena que la cordura
se entusiasme
y que en el trapecio haga piruetas de ballet.
¡Anda!,
¡No es posible!...
La imposibilidad de caminar sobre una superficie líquida
hace que un ruiseñor
picotee mi frente como un pájaro carpintero,
me sumerjo en un océano plácido
y me subo sobre una manta gigantesca,
viajo con ella por los siete mares,
¡No me ahogo!,
me protege de las manadas de tiburones,
mi cuerpo se cubre de escamas
lanzo un gemido entrecortado
para llamar la atención de las cigüenas que se alimentan de musgo,
ellas comen los gusanos que pacen en el mullido verde,
y me doy cuenta,
¡Tomo conciencia!
hay que ser intolerante con la intolerancia,
hay que fijar los ojos en la claridad del pensamiento,
y la orquesta ya no tiene ningún problema moral
para acariciar con sedosas manos
las cuerdas de los instrumentos.
No me extraña que el loco de la oreja cercenada
nadase en los trigales dorados llenos de girasoles.
¡No me extraña!,
no me extraña que el compositor de los guantes blancos
fornicase con las damas
¡Sí!
¡Aquellas!
que con sus mecenas ejercían de legítimas.
¡No me extraña!,
no me extraña que los santuarios sean catedrales de estetas y sibaritas
y que en sus alrededores se almacene la pobreza de los débiles.
¡No me extraña!,
no me extraña que un día pueda yacer con un ángel
y vomitar sobre mi infeliz erupto.
¡Es posible!,
¡Sí!, es posible
que un día escale la montaña mas alta de los Andes
para que mis ojos puedan convertirse
en las fuentes del río Amazonas.
Solo pido una cosa a lo que me rodea...
...que no quede nada de mí,
ni siquiera el cálido beso de los olvidados,
que nadie se bañe desnudo en mis propias aguas.
Una vez sentí el cosquilleo frío de la espalda...
...solo una vez...
...solo un instante...
fué cuando escuché los sonidos del alba,
se me esfumó el aliento de la inteligencia,
mi destino se quedó grabado en las manos,
me revolqué entre la arena
para que mi pasión se helase.
Digo adiós al trébol de los cuatro pétalos,
digo adiós,
¡Sí!
al corto mundo de la razón,
no puedo continuar en él,
no me resulta satisfactorio,
¡Seré tonto!, ¿Por qué tengo que llorar?
si me agrada la locura de las siete cigüeñas,
ellas,
en su vuelo,
se vuelven hacia mí
y cantan complacidas,
"Ya no hay tiempo
para que las cigüeñas inicien su ciclo migratorio"
joseba ayensa (poeta-cantor)
Te he acompañado en tu viaje y recordado las cigüeñas del campanario de la iglesia de Cascante, Joseba.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pedro