Y aquí tenemos a José Costero
el poeta,
novelista.
Tantos...y tantos años
dedicados a su pasión...
lanzar aullidos con la palabra
para denunciar la injusticia,
la perenne opresión a los abandonados.
"Un hombrito" de los grandes
que sigue teniendo sed
y que no olvida el miedo que envolvió a sus tuétanos.
-Joseba Ayensa (poeta-cantor.)-
NANA (1.936)
Duerme, mi niño, duerme.
Por las esquinas de España
sus hombres se matan.
Duerme, mi niño, duerme.
Que a mi niño no le acune el miedo
ni le amamante la congoja.
Duerme, mi niño, duerme.
Falta el pan sobre el mantel de la mesa
y paz en los surcos de esta tierra.
Duerme, mi niño, duerme.
Que a mi niño no le acune el rencor
ni le amamante el sollozo.
Duerme, mi niño, duerme.
Yertas quedarán las cosechas
en los campos de España.
Duerme, mi niño, duerme.
Que a mi niño no le acune el llanto
ni le amamante la sangre de Caín.
Duerme, mi niño, duerme,
que el "coco" no turbará tu sueño
mientras te acunen los brazos de tu madre.
Duerme, mi niño, duerme.
(Este poema fue censurado en 1.963...cinco años mas tarde fue publicado en el libro: Con sed y con miedo)
María De Luis presentado el homenaje a los 50 años de poesía de José Costero |
para hacer de mi voz mi valentía
-Luis Cernuda-
Perdonad que os hable siempre de lo mismo;
del miedo,
ese miedo que fecunda mi canto;
y de la sed,
esa sed que es asunción de luz y congoja.
Perdonad si una vez más insisto,
si os digo con las desgastadas palabras
que la vida me pone al alcance de los labios,
perdonad, sí, que no me calle,
que no pueda callarme,
y con el llanto mordido,
y alzada la púrpura,
os diga una y otra vez
que mi miedo es mi valentía,
canción mi dolor,
y que sorbo mi fe recién nacida
con las encías acoradas de saliva y fulgor.
Perdonad si os hablo siempre de lo mismo;
del miedo,
de la sed,
de este miedo núbil que se injerta en la carne,
de esta sed que nutre mi voz y mi sangre.
Joseba Ayensa prestando sus cuerdas vocales a la VOZ de José Costero |
Tengo sed.
Una sed que es caricia
y estertor.
Tengo sed,
y sólo pido saciarla con palabras,
palabras erosionadas por un dolor
o una esperanza,
las viejas palabras de siempre,
las de todos los días,
las desahuciadas,
las que hieren el paladar,
las que se gritan
o se silencian,
todas las palabras que arrullan
la sed de un hombre.
Tengo sed.
Una sed que es alarido
y balada.
Tengo sed,
y solo pido saciarla con palabras,
palabras con savia de ternura,
palabras que engendran amor,
génesis de este pálpito verbal que me amortaja.
Alfonso Levy prestando sus cuerdas vocales a la VOZ de José Costero |
A UN POETA EXILIADO
Te escribo esta carta, poeta,
antes que la muerte o el olvido,
o ambas cosas,
te haga cruzar su tenue frontera.
Hermano mayor que te quedaste sin hogar,
sin yunque y sin fuego,
sin espinas que compartir
y tuviste que morder sin remedio
el acedo pan del exilio.
Te pregunto a tí, hermano mayor,
por español y por poeta,
¿qué nana te cantabas
para adormecer tu nostalgia?
Lejos quedaban los árboles de la patria
y tuviste que plantar el tuyo
en tierra de arcilla y de añoranza,
y comer a escondidas
su amargo y melancólico fruto.
No debes avergonzarte
de haber lamido tus antiguas heridas
y de exigir los gajos
que de la filial naranja te correspondía.
Algunos han vuelto,
y se esfuerzan en reflejar sus sombras
en los derruidos muros de siempre.
Otros han enmudecido,
en cualquier atardecer,
blasfemando quizás,
o llevándose la mano a la altura del corazón,
o simplemente en silencio, sin hacer el mínimo gesto.
Supongo que no debe ser fácil
acompasar el pulso y el recuerdo,
sobre todo cuando atrás quedaron
juventud,
raíces
y el azul del mar.
Sé sincero y confiesa
que ya tienes preparadas las maletas
y un pasaje de ida y vuelta por si acaso.
Haces bien en ser prudente;
no vayas a sentirte forastero
bajo tu cielo sureño
y pisando las piedras de caminos
sin posibles retornos.
Aquí, ya lo verás, todo sigue igual
y todo es distinto.
Dime el día de tu regreso
y prometo esperarte en el andén.
Y te acompañaré a la cita
con el mar fraterno que sigue siendo fiel
testigo nuestro.
Y a palpar familiares cicatrices
que todavía continúan supurando.
Pero no esperes ver deshilachadas banderas
y oír caducos tambores.
Eso pertenece al pasado.
Ahora todo es distinto
y todo sigue igual.
Te escribo esta carta, poeta,
antes que la muerte o el olvido,
o ambas cosas,
te haga cruzar sus delgadas lindes.
Dime el día de tu retorno
y prometo esperarte con los brazos abiertos
si dispuesto estás a cantar nuevos salmos.
Maite León prestando sus cuerdas vocales a la VOZ de José Costero |
A UN AMIGO
Hay quien, fidelidad por fidelidad,
va amortizando una amistad.
Pienso que es así la nuestra,
aunque ninguno de los dos sabría decir,
en este preciso momento,
cuál es el saldo de su haber respectivo.
Se dice que un hombre es identificado
a través de sus amigos,
y uno mismo adivina su biografía
contemplando el rostro familiar,
contabilizando, una a una, todas sus arrugas,
la lenta y tenaz devastación del tiempo,
ese agudo dolor que nos hostiga el costado
y esa fatiga que se va encaramando por los huesos.
Ah, amigo;
estamos empezando a oir
los cuchicheos del otoño.
Me pregunto si nuestra generación tuvo infancia;
si se le puede dar tal nombre
a días de orfandad,
internado
y pan negro.
¿Recuerdas las lagartijas adosadas al muro
cálido por el sol del mediodía?
Eran días de furiosas patadas al balón,
de bañarse desnudos en el mar,
de recitar la tabla de multiplicar
y el creo Dios padre todopoderoso;
de manos sucias de tiza
y de aprender a soñar
frente aquel deslucido mapa universal
colgado en la desconchada pared,
el que África era de color verde.
Y a la hora del recreo,
en el pequeño y húmedo patio escolar,
aullábamos himnos y canciones
con las que se habían matado a nuestros padres.
Ah, amigo;
quién pudiera volver a fumar
aquel primer pitillo prohibido.
Hemos comenzado a cosechar nostalgias.
Este es el principio
para que la sangre amurallada empiece a diluirse.
Y ya no basta con poner el reloj a su hora;
hay que adelantarlo.
Y cuando nadie a contestado todavía
a nuestras preguntas,
debemos responder a las de nuestros hijos.
Ah, amigo;
qué difícil es ser hombre
sin haber sido antes niño.
Un niño bien peinado,
con las rodillas limpias,
que supiera de memoria las bienaventuranzas
y no le faltara pan y mantequilla para merendar.
Sí, amigo de orfandad, internado y pan negro;
el juego de la vida siempre será arduo para nosotros
que de niños nunca aprendimos a jugar.
Aquí termino la crónica del homenaje a los cincuenta años de poesía, literatura de nuestro amigo, colega y gran poeta José Costero Vera. Se celebró en el aula de escritores del Ateneo barcelonés, el Viernes 12 de Julio del 2.013, en plenas fiestas "Sanfermineras"...No puedo olvidar que soy de tierras navarras.
José Costero Vera, es el nexo de "La mano en el cajón". De sus rescoldos surgió la "Revista hasta siempre" que tuve el deleite de dirigir, sus llamaradas nos han llevado a este colectivo, tan amplio, tan hermanado y que tanto apoya José Costero Vera como es "El Laberinto de Ariadna" organizador de este evento tan cálido y humano.
Los poemas insertados en la entrada están incluidos en sus dos primeros libros: Con sed y con miedo (1.968) y Hombre en la espera (1.972).
Las fotografías han sido aportadas por "El Laberinto de Ariadna" y por el esmaltador Rafael Arroyo Villemur.
Un acto entrañable. Hoy, cuando hay tanto falso profeta en una sociedad enferma como la nuestra, es de agradecer que queden personas honestas como José Costero.
ResponderEliminarUn homenaje que imagino entrañable y del que haces buen resumen, Joseba.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias José por esta poesía, la recité en la embajada española siendo aún estudiante de teatro...alli, pude sentir las pieles erizadas con cada palabra que escribiste ! y yo, siendo un adolescente aún pude vivirlas viendo ese húmedo patio escolar, y escuchando esos himnos de recuerdos oscuros. Dios tiene un lugar muy especial para ti, querido poeta. Mi abrazo y bendiciones, desde Buenos Aires.
ResponderEliminar