Hace unos días paseaba por
la calle Magnus Blikstad de Gijón, sumido en mis pensamientos y me tropecé con
un gran poeta asturiano Nacho González, me regaló su Cuaderno para un Confinamiento…yo, le regalo un sueño no sueño, escrito sin signos de puntuación
como si fuera un torbellino de viento poético.
Esta noche no he soñado
estaba tan introducido en mi dormir que no percibía que por mi mente
revoloteaban gaviotas con gritos de alaridos entrecortados al ver a mi cuerpo
estremecerse en el satén que envolvía mi estructura física las aves marinas son
caprichosas ladronas en la obscuridad oblicua del hipotálamo que se quiebra a
la mínima actividad onírica y comencé a contemplar al comisario Montalbano
nadar nadar nadar resolviendo casos criminales de la mafia siciliana su bracear
armonioso por el Tirreno el Jónico el Mediterráneo envolvente que desde su
profundidad mas misteriosa emerge el Minotauro para embestir con inusitada
fuerza a la barcaza bogada por Ulises amarrado a los remos de indestructible
madera y no sucumbir a las voces de mezzosoprano que brotaban de sirenas palpitantes
el rey tauro enamorando a una Penélope zurcidora de añorados hilos en urdimbres
de Ariadna y ese universo grecorromano de nuestra cultura mas íntima mas
universal donde Nacho González sabe dar forma transmitir el delirio de los
senadores romanos filósofos griegos en un ritual ceremonioso poético y de
letras envolventes de su Cuaderno para un Confinamiento sin olvidarse de los
desheredados de la paz del sentimiento abrazados al hambre al sufrimiento a la
huída a la emigración impuesta por los poderes del universo mas abyecto.
ODA A LA CENIZA
Aprendimos de un dios
evanescente
a no tener piedad de los
vencidos.
No, la muerte no es dulce
como anunciaban los credos,
ni hay puertas que se abran
a otra vida tras ella.
La vida es lo que late en
cada amanecida,
el alba, siempre el alba, en
que despierta un niño,
los ojos que se agitan
frente al azul del cielo,
nombrar todas las cosas,
como hacen los poetas,
para que todo siga teniendo
un sentido:
la luz iridiscente de los
primeros besos,
la calle en que transitan
los sueños a deshora,
el rostro que te aguarda
detrás de los cristales,
la tierra en que germina el
polen del deseo,
un parque, crisantemos…
El resto es esta larga caída
de los años
de cuando vamos siendo,
camino hacia el poniente,
“plenitud de la nada y carne desgajada”
No, no hay piedad, los
dioses saben bien de la muerte,
Esa desnuda llama que se
apaga en silencio.
-Juan Ignacio González (Nacho González)-
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